Sevilla y la Virgen de Guadalupe: Gotas de Amor y Devoción


N.H.D. ANDRÉS VÁZQUEZ DUARTE

De todos es bien sabido que Sevilla cuenta con una histórica y bien ganada fama de ciudad mariana: una ciudad que, a lo largo del tiempo, ha ido forjando una profunda devoción por la Virgen María que, a través de un buen número de advocaciones, han marcado y siguen marcando, la forma de ser y la idiosincrasia de buena parte de los habitantes de esta ciudad.

Entre todas las advocaciones de la madre de Jesús, que en Sevilla se veneran, qué duda cabe que ocupan un lugar preferente en los corazones de los sevillanos y sevillanas nombres como los de la Virgen de la Esperanza, del Carmen, del Rocío, del Rosario y, por supuesto, la Virgen de los Reyes, patrona de la ciudad.

No hay más que ver la profusa actividad anual y la participación en los numerosos actos litúrgicos (triduos, septenarios, besamanos, procesiones, etc.) que, en torno a dichas imágenes, tienen lugar, para comprender que la ciudad ha encontrado en la veneración a la virgen María una de sus más profundas señas de identidad.

Pero siendo evidente para todos los que vivimos en Sevilla, la especial devoción que sus habitantes sienten por dichas imágenes, no es menos cierto que existen otras advocaciones que, aparentemente menos populares y conocidas, han tenido –y tienen- una especial relación con esta ciudad y cuya presencia en múltiples localizaciones urbanas les dota de un protagonismo quizá mayor al aparente. Entre dichas advocaciones, vamos a detenernos en la consagrada a la Virgen de Guadalupe, cuya presencia en la ciudad de Sevilla se remonta nada menos que a los siglos VI-VII dC. y cuyos signos de visibilidad se muestran hoy repartidos por todo el entramado urbano.

Efectivamente, la veneración a la Virgen, en su advocación a nuestra señora de Guadalupe, tiene una larga y estrecha relación con Sevilla, ya que la imagen que hoy se venera en el Monasterio extremeño llegó a esta ciudad a finales del siglo VI, procedente de Roma, al ser regalada por el papa Gregorio Magno (San Gregorio) al arzobispo de Sevilla, San Leandro, al que había conocido en Constantinopla y con el que mantuvo una profunda amistad y una constante y numerosa relación epistolar, parte de la cual aún hoy se conserva.

La imagen de la virgen de Guadalupe estuvo, así, venerándose en la ciudad de Sevilla hasta los primeros años de la invasión árabe, momento en el cual (hacia 714) varios clérigos que huían de Sevilla consiguieron esconderla y llevársela a las tierras extremeñas, donde la enterraron en los márgenes del río Guadalupejo, cerca de la falda sur de la sierra de Altamira y donde, posteriormente, sería localizada por el pastor Gil Cordero, dando comienzo a la veneración universal que hoy se tiene por esta devoción mariana.

Actualmente, la virgen de Guadalupe está presente como advocación titular de tres Hermandades de Sevilla; a saber: María Santísima de Guadalupe, de la Hermandad de las Aguas, con sede en la capilla de la calle dos de mayo y que fue tallada por Luis Álvarez Duarte, en 1967; la Virgen de Guadalupe, de la Hermandad filial de la Virgen ubetense de Guadalupe, obra del escultor Ramón Cuadra Moreno en 1970 y que se encuentra en la Iglesia de la Misericordia, de la plaza de Zurbarán y, por supuesto, la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, titular de la franciscana Hermandad del mismo nombre y réplica exacta de la imagen extremeña que, trece siglos antes, salió de Sevilla rumbo a tierras cacereñas. Esta imagen, situada en la capilla sacramental de la iglesia de San Buenaventura, de la calle Carlos Cañal, fue tallada en 1960 por el imaginero Juan Abascal Fuentes.

Sin embargo, aunque también es posible encontrar azulejos de la virgen de Guadalupe en algunas calles de Sevilla, como es el caso de los que aparecen en las calles Guadalupe (en la fachada del restaurante Becerrita) y en la calle Imperial (en un muro lateral de la Casa de Pilatos), es en el interior de las iglesias sevillanas donde realmente se muestra la fuerte presencia que esta advocación tiene en nuestra ciudad, a modo de réplicas del famoso lienzo que preside la Basílica de Guadalupe de México, que apareció en la tilma del indio Juan Diego a mediados del siglo XVI y que dio origen a una de las mayores devociones marianas de la Cristiandad.



No hay que olvidar, a este respecto, que dicho lienzo presenta enormes similitudes con la escultura de la virgen que se encuentra en el trascoro del cacereño monasterio de Guadalupe, justo enfrente de la imagen titular que allí se venera y que, todo parece indicar, podría haber servido de base para su reproducción y expansión por toda América. En las fotografías que se adjuntan puede comprobarse el gran parecido que presentan ambas imágenes.

Pues bien, hoy día es posible encontrar cuadros con la imagen de la virgen de Guadalupe (en su versión mexicana), al menos, en los siguientes templos sevillanos:

- Basílica de la Macarena, en el altar de la Hispanidad, situado en el muro de la epístola.
- Basílica de Ntro Padre Jesús del Gran Poder, en el interior de uno de sus confesionarios.
- Capilla de Monserrat, en la parte superior de presbiterio.
- Capilla de Ntra. Sra. del Rosario, de la Hdad. de las Aguas.
- Iglesia de Ntra. Sra. de la O, en la nave del evangelio.
- Capilla de Ntra. Sra. de los Ángeles (hermandad de los Negritos), en el muro del evangelio.
- Iglesia de San Andrés, en el muro de la epístola. 
- Iglesia del Santo Ángel, en el muro de la epístola del presbiterio.
 Iglesia del convento de San Buenaventura, en la antesala de la sacristía.
- Iglesia de San Gil Abad, en la sala de acceso al camarín de Ntra. Sra. de la Esperanza Macarena.
- Iglesia de San Nicolás de Bari, en el interior de la capilla de los titulares de la Hermandad de la Candelaria.
- Iglesia de San Pedro, en la nave de la epístola.
Iglesia de San Sebastián (hermandad de la Paz), en la nave del evangelio.
- Iglesia de San José, en el muro de la epístola del presbiterio.



De este modo, la devoción a la virgen de Guadalupe se extiende por todos los barrios de Sevilla, cual si se tratase de regueros del río Guadalupejo, que se derraman por los cuatro puntos cardinales de la ciudad, buscando esparcir por sus calles gotas de fe, esperanza y caridad, en una sociedad, la nuestra, tan fuertemente necesitada de ellas.

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