He ahí a tu Madre


N.H.D. ANDRÉS VÁZQUEZ DUARTE


“Mujer, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu madre” (Jn 19, 26-27). Estas son las palabras que, a punto de exhalar su último aliento, Jesús pronuncia en la cruz, dirigiéndose a María, su madre, atormentada por todo lo que estaba viviendo y a Juan, el “discípulo amado”.

En ese momento trágico, en el que se consumaba el último trance de su pasión y muerte, Jesús dirige uno de los mensajes de amor más profundo de cuantos transmitió a lo largo de su magisterio; y no fueron pocos los que impartió.

Cuando apenas le quedaba un suspiro para morir crucificado en la cruz, dedica una de las famosas siete palabras a acordarse de todos sus discípulos –concretados en Juan- y les viene a decir: mi tiempo se ha cumplido; ya no estaré con vosotros, pero ahí tenéis a mi madre que, desde ahora, se convierte también en vuestra madre; pedirle a ella cuanto necesitéis pedirme a mí, porque no hay mejor mediadora posible que María; porque en María encontraréis el consuelo a todos vuestros sufrimientos, como si de vuestra propia madre terrenal se tratara.

A partir de ese momento, para todos los que somos y nos sentimos cristianos, la Virgen María se convierte en nuestra segunda madre: Aquella en la que confiar nuestras alegrías y nuestras penas; Aquella en la que depositar nuestros anhelos; Aquella en la que refugiarnos cuando nos sentimos perdidos o abandonados; Aquella, en definitiva, en la que apoyarnos cuando la debilidad se apodera de nuestras vidas.

Precisamente por eso, los cristianos hemos utilizado ciertos nombres para muchas de las advocaciones con las que se representa a la Santísima Virgen: Esperanza, Piedad, Refugio, Auxiliadora, Consolación y un largo etc. que representan todo lo que la Virgen María es para todos nosotros y que tan bien quedan reflejadas en las Letanías que se recitan en el rezo del Santo Rosario.

Por decisión propia de Jesús, María es nuestra madre y, por eso, los extremeños nos sentimos hijos de Santa María de Guadalupe; esa Virgen Morenita a la que siempre acudimos cuando nos encontramos necesitados de su dulzura, de su poder de mediación, de su comprensión y, por qué no decirlo, desde el convencimiento de que cualquier petición que le hacemos a ella no cae en saco roto, sino que es directamente gestionada y orientada hacia su Hijo, al que pide por nosotros con la misma o mayor vehemencia que nosotros mismos usaríamos.

Por eso, cuando los extremeños que vivimos en Sevilla tuvimos la extraordinaria noticia de que la imagen de la Virgen de Guadalupe iba a presidir en abril de 2017 el pregón de las Glorias, que todos los años convoca el Consejo de Hermandades y Cofradías de esta mariana ciudad en la catedral de Sevilla, nos llevamos una alegría tan grande: íbamos a poder ver a nuestra Madre presidiendo uno de los principales actos del año cofrade en Sevilla e íbamos a poder decirle a Sevilla, en un acto público de fe, lo que para todos nosotros Ella representa.

Pero este extraordinario acontecimiento no solo suponía la posibilidad de que la ciudad de Sevilla conociera de primera mano el amor de los extremeños por la Virgen Morenita, sino que también abría  la posibilidad de que la población de origen extremeño que vive en Sevilla (más de 16.000 personas, según el padrón municipal de habitantes de Sevilla de 2017) supiera de la existencia de la bella imagen mariana que reside en la Iglesia del convento de san Buenaventura, tan desconocida para la mayoría.

No hay que olvidar que la región de Extremadura es, con diferencia, la primera región de procedencia de los habitantes de Sevilla nacidos fuera de Andalucía: un 2,34% del total de la población, muy por encima de la siguiente región (Madrid, con un 1,41%). Y ello, sin tener en cuenta aquellos que, como los estudiantes, no tienen formalizado su empadronamiento en la ciudad.

En una ciudad, como Sevilla, tan vinculada históricamente a la devoción a la Stma. Virgen María y que tiene en la veneración a la virgen una de sus más profundas señas de identidad, con advocaciones marianas tan universales como la Esperanza Macarena o la propia Virgen de los Reyes, era para todos los hermanos en Guadalupe un profundo honor que la patrona de Extremadura y de toda la Hispanidad, fielmente representada por la imagen de la Iglesia Franciscana de San Buenaventura, protagonizara la apertura de la temporada de glorias 2017 de nuestra hermosa ciudad.

En consecuencia, la salida extraordinaria y la presidencia del pregón de las glorias abre una excelente oportunidad para esta humilde y sencilla hermandad; una oportunidad que debería servir, además de para aumentar la nómina de hermanos de la misma, para estrechar los lazos entre los sevillanos extremeños bajo la dulce y tierna mirada de la madre común de todos nosotros, la Virgen de Guadalupe.

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